viernes, 23 de abril de 2010

JORNADA MUNDIAL DE LA VIDA (29 Abril)


La Jornada Mundial de la Vida Consagrada llama un año más a nuestras puertas. Juan Pablo II instituyó esta celebración en 1997 y la confió a la protección maternal de María. Lo hizo con una triple intención. Primeramente, para “dar gracias a Dios por el don de la vida consagrada” en la Iglesia. En segundo lugar, para “ayudar a toda la Iglesia a valorar cada vez más” el testimonio de quienes han elegido seguir a Cristo así y promover en el pueblo de Dios “el conocimiento y la estima” de esta forma de vida. Y, en tercer lugar, para que las personas consagradas celebren este día como una “ocasión propicia para renovar el compromiso de su consagración”. ¡Cuánto amó Juan Pablo II a la vida Consagrada!


No quisiera ser autocomplaciente ni arrogante ante esta celebración que los consagrados vivimos con alegría. La vida consagrada no puede dejar nunca de vivir con una tensión permanente su propia conversión. No somos ángeles. No somos tan santos como lo que estamos llamados a ser. Confesamos nuestra debilidad y nuestro pecado. Con todo, ahí estamos, desde hace más de dos mil años, fieles a la Iglesia y al Evangelio del que nos gustaría ser, cada día más, una “exégesis viviente” (Benedicto XVI). Intentamos vivir ese ideal lo mejor que sabemos y podemos. Al calor de la Palabra, con la gracia de Dios y el aliento de aquellos que nos estiman y nos quieren alcanzaremos, sin duda, cotas mayores de santidad. Disculpadme si se me desliza un poco de orgullo (me gustaría que éste fuera sano) al mirar esta historia viva de fidelidad que sigue dando tan buenos frutos de santidad al mundo y a la Iglesia.

Amar la vida consagrada es amar a la Iglesia. Y viceversa. Así nos lo ha enseñado la historia vivida y la tradición. Por eso, a veces nos quejamos de quienes parecen no estimar y no conocer la vida consagrada. De aquellos que viven siempre mirándola con el cristal oscuro, haciéndola de menos, fijándose siempre más en sus defectos (¡los tiene bien grandes!) que en sus virtudes. De aquellos que están siempre prontos para corregirla (casi nunca fraternalmente) o para querer domesticarla y cuentan sus bajas regodeándose, viéndolas como si fuera la prueba de su fracaso. Quizá no haya malicia. Esta falta de estima, en el fondo, no es otra cosa que una gran falta de fe.
Cuando se habla de secularización interna de la Iglesia, yo les miro a ellos, a los que creen que somos nosotros y no Él quien construye la casa. Rezo por aquellos que creen encontrar en otros (¡quizá de última hora!) soluciones de via rápida a todos los males de la institución eclesial o de la evangelización saltándose con cuatro comentarios o juicios sumarios, desencarnados y sin perspectiva, el respeto debido a quienes peinan canas por amor a la Iglesia y al Dios de Jesús; a aquellos que portan en su cuerpo las marcas de Jesús. ¡Pobres de aquellos que creen que la Iglesia y su misión dependen más de sus miembros que del Señor de la historia!

Cualquiera que mire desapasionadamente la vida consagrada cae en la cuenta de algo evidente: su presencia y su mera existencia durante tantos siglos es su mejor carta de presentación, su más evidente justificación. No necesita otra. Es una verdad patente y objetiva: ahí hemos estado, seguimos y, si Dios quiere, seguiremos transmitiendo esperanza y siendo un signo de la trascendencia que habita el mundo. Un signo humilde de la presencia de Dios entre los hombres. Somos –alguien lo ha dicho–, como aquellos que esperan, de pie, en la parada del autobús. Nuestra presencia hace innecesaria la pregunta. Todos intuyen que si estamos ahí de pie es porque el autobús pasará. Somos, pues, un signo –quizá frágil, pequeño e imperfecto– de que Dios está entre nosotros y es capaz de dar sentido a la vida humana. Un signo de esperanza en un mundo en el que la crisis atenaza y acongoja el corazón humano. No temáis –decimos al mundo– el autobús llegará. El Señor cumplirá sus promesas.

En medio de una sociedad cada vez más secularizada, nuestra vida y nuestro compromiso vital significan una apuesta clara y sin equívocos por la fidelidad a Dios y a la humanidad. La Iglesia lo sabe y por eso quiere celebrarlo. Juan Pablo II al instituir esta jornada tomó las mismas palabras que Santa Teresa: “¿Qué sería del mundo sin los religiosos?”. Me gustaría poder decir que sin ellos, en el mundo habría menos luz. Quisiera creerlo así. Me siento feliz de renovar mi compromiso porque esto sea así. Aun con temor y temblor, me atrevo a decir con todos y todas las personas consagradas del mundo que la vida consagrada –esta extraña pero entrañable forma de vida en la Iglesia– siente una vivísima pasión por Cristo y por la humanidad.

DÍA INTERNACIONAL DEL PALUDISMO (25 Abril)













Día africano de lucha contra el paludismo (25 de abril): un futuro sin paludismo, el tema del Día Africano del Paludismo de este año



La Asamblea General de las Naciones Unidas ha hecho de los años 2001-2010 el Decenio para lograr la regresión del paludismo en los países en desarrollo, en particular en Africa. O movimento Fazer Recuar o Paludismo ajuda a evitar a pobreza et melhora a qualidade de vida.

Se calcula que el paludismo mata hasta 2,7 millones de personas cada año; el 90% de esas defunciones se producen en África y afectan a niños menores de cinco años. El paludismo mata a más de 3000 niños africanos por día. Más extendido que el SIDA afecta actualmente a un 36% de la población mundial en mas de 90 países.

El paludismo mata más que el SIDA pero recibe menos ayuda financiera para la investigación y el tratamiento para combatirlo. El paludismo es tratable, pero no para la mayoría de los Africanos. Es también una enfermedad de la pobreza.

El 25 de abril de 2000, los dirigentes de 44 países africanos con paludismo endémico celebraron en Abuja (Nigeria) la Cumbre Africana del Paludismo, una reunión sin precedente. En la Cumbre firmaron la histórica Declaración de Abuja, por la que los gobiernos se comprometen a intensificar las actividades antipalúdicas con el fin de reducir a la mitad la carga de paludismo en África para 2010, y en la que se fijan metas intermedias para el año 2005.

Para subrayar la gravedad de la situación en el continente, en el que se registran el 90% de las muertes por paludismo, los participantes en la Cumbre declararon asimismo Día Africano del Paludismo el 25 de abril de cada año.

Para conmemorar el Día Africano del Paludismo se organizan una serie de actividades por iniciativa de gobiernos, organizaciones no gubernamentales, escuelas y comunidades, tanto en países con paludismo endémico como en los países industrializados. Se han celebrado, por ejemplo, desfiles, concentraciones, concursos de carteles para niños, emisiones de radio y televisión, ceremonias de entrega de premios a personal de salud u organismos sanitarios, conferencias de prensa, y campañas de envío de cartas.




jueves, 22 de abril de 2010

DÍA DEL LIBRO (23 ABRIL)

DÍA DE LA TIERRA (22 ABRIL)




El día de la Tierra es un día festivo celebrado en muchos países el 22 de abril. Su promotor, el senador estadounidense Gaylord Nelson, instauró este día para crear una conciencia común a los problemas de la contaminación, la conservación de la biodiversidad y otras preocupaciones ambientales para proteger la Tierra.

La primera manifestación tuvo lugar el 22 de abril de 1970, promovida por el senador y activista ambiental Gaylord Nelson, para la creación de una agencia ambiental. En esta convocatoria participaron dos mil universidades, diez mil escuelas primarias y secundarias y centenares de comunidades. La presión social tuvo sus logros y el gobierno de los Estados Unidos creó la Environmental Protection Agency (Agencia de Protección Ambiental) y una serie de leyes destinada a la protección del medio ambiente.

* En 1972 se celebró la primera conferencia internacional sobre el medio ambiente: la Conferencia de Estocolmo, cuyo objetivo fue sensibilizar a los líderes mundiales sobre la magnitud de los problemas ambientales y que se instituyeran las políticas necesarias para erradicarlos.

* Las Naciones Unidas celebran el día de la Tierra cada año en el equinoccio vernal (alrededor del 21 de marzo). El 26 de febrero de 1971, el secretario general U Thant firmó una proclamación a ese efecto. Al momento del equinoccio suena la Campana de la Paz en la sede central de la ONU en Nueva York

* El Día de la Tierra es una fiesta que pertenece a la gente y no está regulada por una sola entidad u organismo; tampoco está relacionado con reivindicaciones políticas, nacionales, religiosas, ideológicas ni raciales.

* En el Día de la Tierra se reflexiona sobre la importancia del vital líquido que es indispensable para la vida del ser humano como lo que es el agua ya que de toda el agua que existe en el planeta tan solo en 2% es bebible.

* El Día de la Tierra apunta a la toma de conciencia de los recursos naturales de la Tierra y su manejo, a la educación ambiental, y a la participación como ciudadanos ambientalmente conscientes y responsables.

* En el Día de la Tierra todos estamos invitados a participar en actividades que promuevan la salud de nuestro planeta, tanto a nivel global como regional y local.

* "La Tierra es nuestro hogar y el hogar de todos los seres vivos. La Tierra misma está viva. Somos partes de un universo en evolución. Somos miembros de una comunidad de vida interdependiente con una magnificente diversidad de formas de vida y culturas. Nos sentimos humildes ante la belleza de la Tierra y compartimos una reverencia por la vida y las fuentes de nuestro ser..."

sábado, 27 de marzo de 2010

7 MARZO (DÍA DE HISPANOAMÉRICA)

Con la celebración del Día de Hispanoamérica, en este domingo 7 de Febrero, nuestro recuerdo, nuestro afecto, nuestra oración y nuestra solidaridad con los hermanos hispanoamericanos adquieren, en este año, una dimensión especial por tres motivos.

El primero es por el sufrimiento de nuestros hermanos de Hispanoamérica, acrecentado de modo dramático en Haití y en Chile por sendos terremotos devastadores. Unos 250.000 muertos en Haití y unos mil en Chile, además de miles de heridos, huérfanos y privados de lo más mínimo, sin vivienda y con sus ciudades devastadas.

Estas catástrofes, cuyos efectos tardarán mucho tiempo en superarse, constituyen un aldabonazo a nuestras conciencias y una invitación a abrir nuestro corazón a la solidaridad. Si siempre hemos de mantener lazos fraternos con nuestros hermanos latinoamericanos, los terribles acontecimientos de Haití y de Chile nos hacen despertar y volcarnos en una ayuda más generosa.

Una segunda razón para concentrar nuestra atención en estos días en los hermanos de la América hispana o de la América latina es la celebración del Día de Hispanoamérica. Esta jornada es, por una parte, recuerdo de nuestra común historia, de nuestra común lengua y cultura, de nuestra común pertenencia a la familia cristiana y, al mismo tiempo, ocasión para la actualización de nuestra fraternidad, que ha de traducirse en generosa ayuda.

Haití sigue necesitando nuestra ayuda, nuestra oración, nuestro afecto, nuestra prestación personal, si nos sentimos llamados. Ahora también Chile. Ahora y siempre, muchos otros pueblos y regiones de Hispanoamérica.

El tercer motivo de nuestro recuerdo y de nuestro especial afecto y ayuda a Hispanoamérica, en estos días, nos viene del compromiso misionero diocesanos que tenemos, a través de nuestros sacerdotes, personas consagradas y seglares, presentes y actuando en Hispanoamérica. Son catorce los sacerdotes diocesanos, más religiosos y religiosas, más algunos seglares, misioneros y misioneras en América: En Argentina, Brasil, Chile, Colombia, Perú, Venezuela…

Reclaman con todo derecho nuestra oración, nuestro afecto, nuestra ayuda generosa. Ellos constituyen la avanzadilla de la Iglesia, que, fiel a su Señor, se lanza al mundo entero a proclamar el Evangelio, dar de comer a los pobres, curar a los enfermos, enseñar y educar, en definitiva, infundir esperanza y crear comunión de hermanos.

No podemos dejarlos solos. En su mano tendida hacia nosotros nos sale al paso el Señor solicitando nuestra ayuda, nuestra oración, nuestro afecto, nuestra persona. Que en nuestra colaboración generosa, material y espiritual, nuestros misioneros y misioneras, sus comunidades y los hermanos, que sufren en Haití, en Chile o en cualquier otro lugar, sientan, desde la lejanía geográfica, el hálito del mismo Espíritu y el calor de unos corazones que laten al unísono y al impulso del amor cristiano.

Pidamos, sobre todo, al Señor, que suscite abundantes y generosas vocaciones misioneras entre nosotros y nativas allí, que alimenten la fe que, hace cinco siglos, llevaron nuestros intrépidos misioneros y hoy, con sus agentes de pastoral, cultivan nuestros sacerdotes y misioneros. Para que también ellos tengan vida.